29.5.12

Deportes

ARGENTINA DEBUTA EN EL MUNDIAL DE CHILE
Hace 50 años, el miércoles 30 de mayo de 1962, la selección argentina de fútbol derrotó a Bulgaria por 1 a 0. El triunfo en el debut en el Campeonato Mundial de Chile fue el único que cosechó el combinado nacional en un mal torneo, donde fue eliminado en primera ronda al quedar tercero en el Grupo D detrás de Hungría e Inglaterra. La crónica del partido, en fragmentos de Dulce amargo. Ganamos: sufrimos (¡contra Bulgaria!...), nota de Dante Panzeri en El Gráfico, nº2226 del 7 de junio de 1962.






   “Ver jugar mal al fútbol produce fatiga.
   Cuando terminó el partido nos levantamos del asiento y sentimos cansancio. Lo advertimos: era cansancio muscular por vía del desgaste nervioso. De sufrimiento. Habíamos sufrido 90 minutos del peor fútbol que puede jugarse dentro de nuestras ambiciones. Acaso el fútbol normal de los búlgaros. Jamás el que se puede esperar de 11 argentinos.
   'Sufrí como una madre' -decía en la silenciosa retirada de los argentinos Mario Fortunato.
   'Me daban ganas de llorar' -decían ex futbolistas argentinos residentes en Chile.
   'No hablemos, por favor' -rogó Salvador Nocetti al retomar contacto con nosotros para iniciar el regreso a Santiago.
   'No tenemos nada que hacer' -comentaban anónimos argentinos en voz baja, aunque en alta voz profirieran gritos de aliento a los connacionales que se retiraban.
  'Esto no es jugar al fútbol ni ganar un partido' -decía Roberto Cherro.
  Salimos, todos tristes. Al menos aquellos argentinos que creemos ver el fútbol de otra manera que a través del score de un partido.
   Nunca una selección argentina nos produjo tanta tristeza por vía de lo futbolísticamente mediocre. Esto fue peor a todo lo que se silbó en Buenos Aires. O a lo que en Buenos Aires se aplaudió 'por la obligación de alentar' y con la conciencia de que se estaba alentando en un vacío. Un vacío de jugadores e ideas. Un vacío de vergüenza también. Sí, porque técnicamente la orientación de este equipo ya cabe en lo que carece de vergüenza.
   Puede que a la tristeza haya contribuido la frialdad del marco: un estadio para 25.000 personas cubierto por no más de 8.000.
   Pero recapacitemos: ei buen fútbol es lindo y se disfruta aun en un potrero, aun en un estadio vacío, porque el bueno se hace más bonito en el marco imponente, pero el fútboi malo no puede disfrazarse de bueno por la imponencia de un marco de público.
   Esto fue sencillamente horrible. Comprendo que será difícil que se me crea al pie de la letra. Sabemos que muchas opiniones periodísticas regaron el país de ponderaciones a la victoria. No importa. Vinimos a analizar. Seguiremos analizando.
   El fantasma búlgaro ya había sido desenmascarado 15 días antes en Buenos Aires. Bulgaria-Rancagua y C.D.N.A.-Avellaneda presentaron distintos jugadores pero la misma camiseta, el mismo fútbol no-fútbol. Los búlgaros ya no podían escondernos nada. Pero nada-nada. Bulgaria es menos que Preussen Munster. Es menos que Zaragoza. Es menos que CUALQUIERA primera 'B' de Buenos Aires. No podemos ocuparnos de Bulgaria con más palabras que ésas. No podemos ocuparnos del arquero Naydenov, del centro delantero Bristov o el interior derecho Velitchkov por el sólo hecho de que no sean tan malos como los demás. Son menos malos. Pero estamos en un Campeonato Mundial. Tenemos el derecho de reservar nuestro tiempo y nuestro espacio solamente a los jugadores dignos de la jerarquía de ese evento.
(…)
   ¡Y sin embargo Bulgaria fue gran preocupación para el fútbol reconocido como poseedor de muchas de las más capaces individualidades en el mundo! Por cierto que nos referimos al fútbol argentino. Juan Carlos Lorenzo resolvió que ese fútbol era razón para que los futbolistas mejor dotados del mundo jugaran contra los búlgaros... ¡igual que los búlgaros! Con esta única diferencia: la pelota era para los nuestros bastante más dócil que para un irritado granjero que desea alejarla violentamente de su predio. Para los búlgaros, tan indócil como le resulta a una dama calzada con zapatos de fiesta.
(…)
   Porque la vergüenza suele hacer que en cualquier actividad deportiva quede avergonzado el que aun triunfando no lo hace con brillo. El seleccionado argentino ha llegado a lo extremo de la autonegación: conformarse con ganarle mal a Bulgaria. ¡A Bulgaria decimos! A ganarle sin importarle jugar muy mal. A renegar lo que, en medio de la conciencia que todos tenemos de no poder aspirar sucesos, constituye lo fundamental a salvar en este Campeonato del Mundo: la fama internacional de saber jugar bien al fútbol. Pudimos haber salvado por lo menos esa fama. Ahora ya no creemos ni en éso. Hemos perdido la vergüenza. Hemos perdido el respeto por nosotros mismos. Preferimos ganarle a Bulgaria 1-0 conservando como búlgaros un gol de pitada inicial, a ganarles 1-0 jugando por lo menos un ratito de fútbol.
   Juan Carlos Lorenzo, después de intentar una selección con malos jugadores, opta por ios pocos buenos que nos restan. Después de haber postulado un fútbol con hombres atletas y 'machos', opta por mayoría de jugadores de talento y habilidad. Pero los hace jugar mezclados con lo que le queda de la primera política y los hace jugar a la manera de los que no saben. Después de buscar 'machos' opta por talentosos y declara enfáticamente que tiene en su equipo a los mejores individualidades del mundo. Pero les prohíbe jugar al fútbol. Los manda a jugar a la búlgara. Los manda a traicionar los recursos de esos jugadores y a quemar lo único que podíamos haber defendido decorosamente en este clima mundial de fútbol con muchos atletas y pocos jugadores: la fama argentina de buenos jugadores y el mercado internacional que viene en su búsqueda.”

Los goles del Mundial 1962







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