2.2.12

Política internacional

A 20 AÑOS DEL LEVANTAMIENTO DE HUGO CHÁVEZ
El 4 de febrero de 1992 fracasó el golpe de estado del teniente coronel Hugo Chávez contra el desprestigiado presidente Carlos Andrés Pérez. Elegido por segunda vez en 1989, el gobierno de Pérez estuvo signado por la corrupción y la represión del Caracazo, el levantamiento popular del 27 y 28 de febrero de 1989. Las causas del alzamiento, en fragmentos de Venezuela. Lo que vendrá, nota de Rubén Levenberg publicada en la revista El Porteño, nº123 de marzo de 1992.






   “Hugo Chávez, Francisco Arias, Joel Acosta, Jesús Urdante y Jesús Ortiz son los tenientes coroneles -con mandos en centros claves del poder militar como Maracaibo, Maracay, Valencia y Caracas- que se lanzaron a romper con 34 años de estabilidad del sistema democrático. Ahora están detenidos y serán juzgados junto con otros 300 oficiales de diverso rango. La corrupción de los generales y de la clase política, la situación socioeconómica y las reivindicaciones limítrofes con Colombia son los tres elementos que figuraban en su proclama.
   Entre las tantas cuestiones que la intentona del 4 de febrero puso en evidencia hay una que figura en primera fila tanto para los militares rebeldes como para la población, que rechaza los golpes pero no come vidrio. Apenas dos semanas después de la asonada, el propio gobierno encargó una encuesta a la firma Penn and Schoen. Los resultados fueron lapidarios: el 74 por ciento de los venezolanos dice que su principal preocupación es la corruptela que afecta al poder público. La popularidad del jefe de Estado llega a un magro 10 por ciento mientras que el todavía precandidato del Copei, el ex presidente Rafael Caldera, marcha primero cómodo con un 70 por ciento. Si el grupo de tenientes coroneles encabezado por Hugo Chávez no representaba la voluntad popular, al menos interpretó algunas de sus quejas sobre el gobierno.
(...)
   ''Caballeros, Venezuela tiene una democracia estable, una economía sólida y todas las condiciones para que ustedes inviertan con confianza.' Palabras más, palabras menos, el mensaje de Carlos Andrés Pérez no fue diferente al de otros mandatarios latinoamericanos que suelen viajar a Europa y Estados Unidos para rogar por algunos fondos que permitan recauchutar las malheridas economías de sus países. A ninguno de los empresarios que lo escuchó en Suiza se le ocurrió que a su regreso, casi al mismo tiempo que se bajaba del avión, el vicepresidente de la más que primermundista Internacional Socialista (IS) iba a sufrir un primer atentado. Dos horas después logró escapar del cerco en su residencia, y poco después de otro tendido en el Palacio Miraflores, sede del gobierno.
   Los golpistas juran que nunca pensaron matar a Pérez, pero admitieron que habían planeado capturarlo y someterlo a un juicio público. La suerte jugó en su contra. El presidente estuvo en todos los lugares en que ellos querían que estuviera, pero nunca todo el tiempo que hubiesen deseado.
   Amparadas por la suspensión de garantías constitucionales, las redadas policiales y militares se sucedieron en todo el país. Librados de la obligación de obtener una orden judicial para detener a algún ciudadano, allanar sus domicilios o ingresar a un diario y secuestrar la edición, los uniformados se lanzaron a una caza de brujas que incluyó, según las últimas denuncias, algunas 'muertes extrajudiciales' y torturas.
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   ¿Quiénes son los cabecillas del golpe? Son cuadros medios de las fuerzas armadas, provenientes de las clases media y media baja, cuyo único canal de ascenso social era, hasta hace poco, la carrera militar. Con la crisis económica y los paquetes neoliberales que el presidente Carlos Andrés Pérez acordó con el FMI, hubo un corrimiento hacia abajo de estos sectores sociales, que arrastraron en su caída a los cuadros militares.
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   Sin una ideología muy clara -o bien demasiado oculta-, los militares golpistas confunden al más pintado. El Movimiento Revolucionario Bolivariano (MRB) está integrado por oficiales nacionalistas de derecha y de los otros. El poco oportuno discurso de Pérez a fines del año pasado, cuando dijo que Colombia tenía sus derechos sobre el Golfo de Venezuela, fue el detonante que decidió a los nacionalistas a sumarse a los halcones y parir el golpe. No por casualidad todo comenzó en Maracaibo, en la zona caliente de Zulia, donde los límites con Colombia son tan importantes como el petróleo en disputa y el tráfico de droga.
   Pero no sólo de corrupción y conflictos limítrofes se alimentó el golpe. Con cola de paja, el director del Fondo Monetario Internacional (FMI), Michel Camdessus, fue quien dio en la tecla con mayor rapidez. 'No es cierto que la mano invisible del FMI haya estado en el intento de golpe en Venezuela', declaró el 10 de febrero, reproduciendo, casi textualmente, la frase que dos años antes había pronunciado para deslindar responsabilidades por la oleada de saqueos -cuya represión dejó un saldo de dos mil muertos, según los habitantes de los barrios pobres, y unos doscientos según la versión oficial- conocida como el Caracazo.
Camdessus dijo que la crisis económica del país es una consecuencia de las políticas 'populistas' de los anteriores gobiernos (entre ellos, obviamente, el del propio partido oficialista Acción Democrática) y no de los ajustes y sobreajustes acordados con el Fondo. (...) Camdessus agregó una perla de colección cuando ubicó a Colombia en el podio de los ganadores y señaló a ese país como 'un ejemplo' de reactivación de la economía. Una reactivación que hasta los economistas más despistados atribuyen, en buena parte, a la repatriación de fondos del narcotráfico luego de los acuerdos de paz logrados entre el gobierno, gran parte de la guerrilla y el cartel de Medellín.
   Venezuela, en cambio, está muy lejos de poder recuperar para el país los 35.000 millones de dólares fugados por los empresarios locales durante la década de los 80, cuando todavía se despilfarraba la renta petrolera y los venezolanos tenían un poder adquisitivo envidiable. Ahora, con un 80 por ciento de la población tras la línea de la pobreza extrema, sólo quedan expectativas del llamado a elecciones anticipadas que reclaman los opositores; o bien de la implementación de medidas de compensación de la pobreza (políticas sociales, que les dicen) que se exige a gritos desde las propias filas del oficialismo con el fin de evitar la catástrofe. Por ahora, el gobierno comenzó a mudar a sus hombres de un ministerio a otro. Si algo más cambia en Venezuela tendrá que ser pronto. El horno no está para bollos.”

Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992







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