15.9.10

Política Internacional

A 40 AÑOS DEL SEPTIEMBRE NEGRO
El 17 de septiembre de 1970 comenzó el Septiembre Negro, la guerra entre el ejército jordano y guerrilleras palestinas. Gobernado por el rey Hussein, Jordania albergaba a varios grupos armados, como la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasser Arafat. Pero el monarca temía las réplicas israelíes y la consolidación dentro de su país de un estado palestino. Tras varios choques armados, Hussein decretó la ley marcial y ordenó al Ejército Real que atacara a las organizaciones armadas palestinas. La cobertura del conflicto, en tramos de La masacre de Palestina, nota de la revista Primera Plana, nº 400 del 29 de septiembre de 1970.



"Para los jordanos, del jueves 17 al 24, transcurrió una semana larga, sórdida y sangrienta. Desde el primer cañonazo hasta el armisticio suscripto por Hussein y Yasser Arafat, virtualmente aniquilado el poderío guerrillero, se contaban cerca de 20 mil muertos y otros tantos heridos. Un pueblo desesperado proveyó la mayoría de las bajas; luego de una masacre gratuita, casi absurda, los palestinos iniciarán otra Diáspora. Sólo que en estas condiciones nadie cree que tengan la misma suerte de los judíos.
El pacto, más bien un pliego de exigencias planteado por el soberano, establece: 1) transferencia de las bases guerrilleras de la capital y otras localidades hacia la línea del cese del fuego, en el Jordán; 2) retiro del Ejército a sus cuarteles, con la promesa de mantener su carácter profesional; 3) respeto de la soberanía del país, y de sus leyes, por parte de los fedayyins. El sábado se reanudaban los combates.
El viernes 25, Golda Meir proclamó su discrepancia con el acuerdo ajeno: 'No podemos tolerar que Hussein y los guerrilleros lleguen a un arreglo a nuestras expensas; nos opondremos a ello con todas nuestras fuerzas'. La Primera Ministra debería repasar el significado de soberanía -un término que no parece figurar en el diccionario hebreo-, a menos que considere al Reino hachemita como algo propio.
Desde hace dos años las exigencias de los guerrilleros solían conmover al monarca; sin embargo, como se consideraba a los parias rebeldes parte del renacimiento árabe, Hussein les hacía el juego. Pero el miércoles 16 cambió de táctica; 'Nosotros o ellos', les dijo a sus confidentes. Un Gabinete militar -siete generales, dos coroneles, tres mayores-, y los tanques Centurión ya marchaban sobre los barrios palestinos.
Los oficiales jordanos, quienes se creían 'mujercitas' por los continuos desplantes de Al Fatha, se sucedieron en el micrófono de radio Amman; presumían del triunfo en pocas horas. No se equivocaban, la victoria era segura. Sólo que antes, pasaron muchas horas y varios días; también se contaban millares de muertos y cientos de casas destruidas. Sin duda, un precio político demasiado caro, una exangüe ganancia militar.
Bastaba sumar unidades para saber el resultado. Abismales diferencias separaban a los 58 mil hombres de la Legión Árabe, una de las fuerzas más eficaces del Levante, bien provistos y entrenados, con los 20 mil palestinos irregulares, novatos en cuestiones de guerra, y protegidos por armas cortas. Nadie podía ignorar el desenlace; sólo ellos, impotentes e idealistas, lanzaban balandronadas victoriosas.
La suerte de la intrépida guerrilla la conocían la URSS y USA; también Nasser, como el resto de los países árabes, incluyendo a Irak y Siria, que comprometieron su apoyo pero que luego no lo brindaron. Se explica: es el juego de los provocadores. En julio, no erraba Arafat cuando sostuvo: 'Hay un complot maquiavélico para dislocar el frente interno de los árabes, para extinguir el movimiento de liberación'.
Hubo solidaridad verbal. Todas las radios de Siria expresaron su respaldo a la guerrilla; a último momento el baasista gobierno de Damasco destacó una hilera de tanques dirigidos por guerrilleros a su país. Mientras, Bagdad, que había puesto 'a disposición de la resistencia' los 15 mil soldados que estaciona en el Noreste jordano guardó un sintomático silencio.
Se comprende la pasividad de los instigadores. Una seria advertencia de Israel, otra de los Estados Unidos, y los consejos de la Unión Soviética, frenaron cualquier impulso.
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Es que los insurgentes se habían tornado molestos para todos. Eran la hipoteca del Plan Rogers, y de los afanes pacifistas soviéticos, reconocidos hasta por Moshé Dayan. 'Sólo nosotros decidimos nuestro destino -publicaba el Fath (conquista), el 26 de julio-; no aceptamos que USA ni la URSS nos dicten su voluntad, como en 1948.'
La frase, que parecía acuñada por Mao Tsé-tung, preocupaba a los soviéticos. Luego de tantos gastos para crear una imagen digerible a los árabes y transformar la balanza política en el Medio Oriente, debían soportar la avalancha de salvajes guerrilleros que pretendían establecer una cabeza de puente china, una Albania musulmana. Para huir de este espectro, el Kremlin le dio el visto bueno a un régimen feudal como el de Hussein -impuesto a sangre y fuego-, cuyo poder depende del capitalismo anglosajón. El martes, ya definida la guerra, Moscú previno a Washington sobre los peligros de intervenir en la castigada área.
Los norteamericanos vivían momentos de incertidumbre, parecidos a los de 1958, cuando invadieron el Líbano. Las pantallas de televisión no brindaron ninguna información sobre el conflicto. Pero esa gaffe no impedía a la Casa Blanca estar informada; al contrario, el mismo jueves 17 se iniciaron las reuniones del WASAG (Washington Special Action Group), un comité creado por Henry Kissinger para tratar los problemas urgentes de Camboya. Aunque hubo movimientos de la VI Flota en el Mediterráneo, se deslizó que no tomarían medidas, siempre y cuando Irak y Siria se mantuvieran al margen.
Luego de un vistazo a este panorama, sólo cabe preguntarse: ¿Son tan insensatos los palestinos? Simplemente, son hombres desesperados. Atentan contra civiles o aviones, confían engendrar una Tercera Guerra; en fin, matan porque piensan que esos hechos, si algún día ganan, se convertirán en actos de coraje, heroísmo y gloria. 'Un palestino vale tango como un norteamericano. Queremos demostrar que cuando un pueblo está oprimido, a todo el mundo le concierne, y todo el mundo está en peligro', clamó George Habache.
Una vez iniciada la lucha, la única salida de los guerrilleros era buscar santuarios a lo largo de las fronteras iraquesas o sirias. Pero el Estado dentro del Estado que combatía Hussein, se hallaba en Amman, cubierto por una capa militar que no ofrecía huecos. Una evocación a la Budapest de 1956, con audaces combatientes, sin sostén, envalentonados por la propaganda externa, enfrentando con metralletas la decisión de tanques y cañones.

La herencia británica
Hebreos, asirios, caldeos, persas, árabes, griegos, mahometanos turcos e ingleses entre otros, dominaron lo que hoy se llama Jordania. Pero la historia siempre dirige sus baterías hacia la época del mandato británico o a unos años antes, en la Primera Guerra, cuando los turcos otomanos se colocaron al lado de Alemania y los árabes con los ingleses.
Palestina, bajo mandato inglés desde entonces, fue dividida en 1948 entre el nuevo Estado israelí y el emirato árabe de Transjordania. A partir de ese momento, Jordania -nuevo nombre de ese país- acogió a los palestinos cuyo territorio había absorbido, y a los que huyeron en 1956 y 1967 de las armas de Israel: el Gabinete del Rey Hussein, como el de su padre (Talal, quien tuvo disturbios mentales) y el de su abuelo Abdullah, incluía por mitades a súbditos de ambas orillas del Jordán."

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