12.7.10

Política nacional

RENUNCIAN CAMPORA Y SOLANO LIMA
El 13 de julio de 1973 Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima renuncian a sus cargos de presidente y vicepresidente de la Nación que habían asumido el 25 de mayo del mismo año. Asume la presidencia provisional el titular de la Cámara de Diputados, Raúl Lastiri, yerno del ministro José López Rega. Fragmentos de Perón-Balbín: la hora de hamacarse, nota de Ricardo Cámara publicada en la revista Panorama, nº 323 del 19 de julio de 1973.




“La última frontera de la crisis global que afecta al país desde hace ya demasiado tiempo acaba de ser traspuesta por los líderes genuinos del cuerpo social -Perón, la UCR y las Fuerzas Armadas- que han resuelto hacerse cargo del gobierno para pilotear directamente el proyecto de ‘revolución pacífica’ basado en el Acuerdo Nacional. Ese es el sentido esencial, a la vez dramático y alentador, de los episodios ocurridos los días 12-13 que aún deben terminar de procesarse, pero cuyas características fundamentales ya eran conocidas desde antes de la renuncia de Héctor Cámpora y de la caída del ala izquierda del peronismo.
Lo único sorprendente, en todo caso, fue la vertiginosidad de los acontecimientos y la forma, sin duda espectacular, en que se procura implementar el pacto Perón-Balbín. Pero el hecho de que ambos jefes hayan resuelto hacerse cargo personalmente del poder -algo que, según varios indicios, no estabas previsto, por lo menos para esta etapa- es el indicador más nítido de la complejidad de la situación y de la hondura de la crisis. Porque si hace unos meses, casi nadie podía prever semejante desenlace (aunque el Estado Mayor, en épocas de Lanusse, elaboró una hipótesis parecida, caratulada Operación Júpiter) la deducción lógica es que los hechos imponen una dinámica extraordinariamente audaz, claramente visible en el rápido agotamiento de las etapas y, ahora, en la apelación directa a la máxima figura del sistema político argentino. El país, pues, está frente -sin mediaciones de ningún tipo- a un intento de reestructuración política y económica que debe tener éxito. No sólo porque convergen en su apoyo las fuerzas más representativas: lo fundamental es que, más allá de la frontera que acaba de ser traspuesta, no se vislumbra un recambio eficaz y estable.

Las causas. Las causas de la última crisis hay que rastrearlas, obviamente, en la heterogeneidad del movimiento mayoritario, que si bien se unifica en torno a Perón, contiene en su seno proyectos contradictorios. El ascenso al poder hizo estallar ese antagonismo más rápido de lo que se preveía y su consecuencias es una polarización que el Líder siempre quiso evitar par no echar las bases de una fisura irremediable en el Movimiento.
Sin embargo, los planes que Perón siempre quiso ejecutar -el proyecto real de El viejo- chocaron el con complicado mosaico tendencial del Movimiento. El gobierno de Cámpora reflejó esa hibridez y, por lo tanto, careció de una política clara, salvo en el área económica, que es la viga maestra de todo el plan de Perón. Esa desarticulación -que configuraba una suerte de ‘vacío de poder’- afectó seriamente a la línea de José Gelbard y al espectro de alianzas políticas que, desde la fundación de La Hora de los Pueblo hasta ahora, busca vertebrar el ex presidente. En un primer momento se esperó ansiosamente una reestructuración del gabinete que rectificara el rumbo. Sea porque Cámpora resistió las sugerencias que se le hicieron en ese sentido, o porque se estimó que no bastaba con un cambio de hombres en el ministerio, lo cierto es que Perón y su staff de asesores íntimos, más las Fuerzas Armadas y Ricardo Balbín, optaron por tomar el toro por las astas.
Esa actitud determinó necesariamente, la polarización del justicialismo en torno a dos grandes vertientes: la aglutinada en torno al proyecto de reestructuración económica de tipo neocapitalista y recomposición política de corte centrista -que es el que ahora llega al poder- y la tendencia socializante, afincada en la juventud, en los brotes de sindicalismo ‘clasista’ y en la guerrilla.
Esta última variante tenía que resistir, como lo hizo, la ejecución de los planes de sus adversarios, quienes buscan, en cierta forma, viabilizar un nuevo Acuerdo Nacional, distinto al procurado por Lanusse en su momento -ya que ahora la fuerza hegemónica es el peronismo- pero similar en cuanto a algunos de sus objetivos.
(...)
En lo político se busca una reestructuración que sirva de sustento eficaz al plan económico. El eje del plan es el acuerdo peronista-radical, esto es la articulación de un centroizquierda moderado con la participación de las Fuerzas Armadas, que en los últimos episodios recuperaron capacidad de maniobra. El propio Cámpora fue el encargado de aclarar este punto el viernes 6, en la comida de camaradería de las Fuerzas Armadas. La doctrina allí expuesta, que en sus líneas esenciales no será modificada, estatuye un nuevo rol para las tres armas, coincidente con el nuevo país que se quiere modelar. En la última crisis, Perón demostró que a este respecto está dispuesto ir de las palabras a los hechos: acordó con las FF.AA. todos los aspectos importantes de la salida. Así, pues, alrededor del centro peronista-radical-militar, emergerá naturalmente, como parte de la recomposición anhelada, una derecha legalista encarnada en Manrique, y una izquierda también legalista en la cual podrían canalizarse los sectores descontentos de los partidos mayoritarios, que tanto Perón como Balbín parecen resignados a perder. Por supuesto, al margen de este esquema flotarán la llamada ‘izquierda revolucionaria’ y los núcleos más radicalizados del peronismo. No hay que despreciar la potencia latente de esta última variante, y tampoco la de la izquierda legalista: ambas pueden aprovechar eventuales traspiés del plan económico.

El interinato. La fórmula Perón-Balbín es la oficialización de este plan, que ya había sido explicado por Panorama. Pero como toda definición, agudiza tensiones y reactualiza viejos pleitos. Hay paradojas evidentes. El desarrollismo, por ejemplo, deberá votar por su enemigo jurado, Ricardo Balbín, al mismo tiempo que intentan introducir cambios en la conducción económica; la Juventud Peronista, tomada por sorpresa, intenta recuperarse promoviendo la fórmula Perón-Cámpora, e interpreta los elogios del Líder al renunciante como la primera reacción de la cabeza del Movimiento contra la ‘derecha’; en la vereda de enfrente, se promueve la fórmula Perón-López Rega, una forma de contrarrestar la exigencia radical consistente en desplazar a algunos dirigentes sindicales que, como José Rucci, irritan a la UCR, también recelosa de la creación de superministerios. El trasfondo de todo esto es, sin duda, la lucha por la sucesión del Líder, una batalla que se proyectará más allá del tenso interinato de Raúl Lastiri, y que tanto Perón como las Fuerzas Armadas, observan con suma cautela.”



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